El aviso de Trump de que aplicará una brusca suba de aranceles a bienes importados desde los tres mayores socios comerciales de EEUU disparó una respuesta anticipada de China, señal de otra escalada en la larga disputa estratégica de las dos potencias.
El presidente electo Donald J. Trump transita en estos días el camino de regreso a la Casa Blanca acentuando su actitud avasallante hacia el resto del mundo, hasta con los vecinos Canadá y México, y muy en especial con China, el gran rival estratégico del poder económico, tecnológico y militar de Estados Unidos.
Su aviso más ruidoso fue el de una subida de hasta 25% de los aranceles de exportación a bienes de esos tres países -los mayores socios comerciales de EEUU- para “castigar” su falta de compromiso en dos asuntos claves para el electorado: el freno a la inmigración ilegal y al tráfico del opioide fentanilo, que provoca unas 70 mil muertes al año en suelo estadounidense.
“¡Este arancel permanecerá en vigor hasta que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los inmigrantes ilegales pongan fin a esta invasión de nuestro país!”, escribió en redes sociales.
“México y Canadá tienen el derecho y el poder absolutos para resolver fácilmente este problema latente hace mucho. Exigimos que utilicen este poder y, hasta que lo hagan, ¡es hora de que paguen un precio muy alto!”.
Detrás le cayó a China, con la amenaza de un alza extra de 10% (35% en total) a las importaciones procedentes del gigante asiático, con el que un total “desacople” de sus economías es por ahora un imposible según la mayoría de los analistas y académicos.
”Representantes de China me dijeron que impondrían su pena máxima, la de muerte, a cualquier narcotraficante que fuera sorprendido haciendo esto pero, desafortunadamente, nunca lo hicieron”, se quejó Trump.
Apenas conocidas, las amenazas dejaron una conclusión unánime: de aplicarse, esas medidas perturbarían las cadenas de suministro mundiales e impondrían elevados costos a las empresas estadounidenses que dependen de hacer negocios con algunas de las mayores economías del mundo.
Cómo explicó el New York Times, los aranceles tendrían graves repercusiones para las industrias norteamericanas, incluidos los fabricantes de automóviles, los agricultores y los envasadores de alimentos, que se dedican a enviar piezas, materiales y productos acabados a través de las fronteras de EEUU.
México, China y Canadá representan en conjunto más de un tercio de los bienes y servicios importados y exportados por EEUU, y sustentan decenas de millones de puestos de trabajo estadounidenses. Los tres países juntos compraron más de 1 billón de dólares (one trillion) de exportaciones estadounidenses y proporcionaron casi 1,5 billones de bienes y servicios a EEUU en 2023.
“El desafío central al que se enfrenta Trump está claro: posicionar a Estados Unidos para que supere a China cuando la ventana crítica en la competencia comienza a cerrarse”, concluyó Foreign Affairs.
Quiero retruco
La disputa global entre EEUU y China, que lleva escalando por lo menos dos décadas sin importar administraciones demócratas o republicanas, ha ido desplazándose de carril, del comercial al tecnológico.
Es lo que se conoce ya universalmente como “guerra de los chips”, una disputa que se acelera y recrudece por el control de los microprocesadores que mueven la economía moderna, pero también la vida social, la política y la industria bélica hoy a pleno.
Por eso, mientras un Trump reelecto agitaba una nueva guerra comercial, en línea con los intereses permanentes de EEUU, la administración demócrata de Joe Biden aplicaba nuevas restricciones al acceso de tecnología estadounidense para empresas del rubro con parte de su producción vinculada a China.
El Departamento de Comercio estadounidense amplió la lista de empresas tecnológicas chinas sujetas a controles de exportación para incluir a muchas que fabrican hasta 24 equipos diferentes para elaborar procesadores, además de máquinas de litografía para hacer los chips y software. Lo mismo había hecho la primera administración de Trump, cuando el gigante chino Huawei tuvo que salir a buscar sustitutos locales para sus proveedores internacionales de componentes.
Entonces, llegó la respuesta de Beijing: prohibió las exportaciones a EEUU de productos relacionados con los minerales críticos galio, germanio y antimonio -cuya producción controla ampliamente- que puedan tener aplicaciones militares, el otro gran carril de rivalidad entre las dos potencias.
Según la aduana de China, no ha habido envíos de germanio y galio en bruto o forjado a EEUU este año hasta octubre, pese a que el norteamericano era el cuarto y quinto mayor mercado para los minerales, respectivamente, un año antes.
Aranceles a medida
China tiene armas específicas para esta “guerra” con EEUU en lo comercial y económico: como explicó el diario especializado Wall Street Journal, podría bajar las tasas de interés y debilitar la moneda china para apoyar las ventas en el extranjero. También dar rebajas fiscales y otras ventajas a sus exportadores.
La medida elegida por Beijing -y bastante audaz para lo esperado- fue hacer un anuncio en sentido exactamente opuesto al de Trump: una rebaja de aranceles de importación a cero para países exportadores menos desarrollados.
Aún así, ”un conflicto comercial de gran envergadura supondría un problema para una economía como la china que en los últimos años ha dependido cada vez más de las exportaciones y la industria manufacturera para crecer, mientras otros sectores tambalean. Los consumidores chinos, golpeados por la crisis inmobiliaria y el mal recuerdo de la pandemia, mantienen sus cuentas ajustadas”, advirtió el WSJ.
Por ello, China anunció esta semana una política monetaria "más flexible" para el próximo año como parte de las medidas para apoyar el crecimiento económico, un giro inédito desde 2010, cuando ya había salido de la crisis financiera mundial.
Desde que se declaró abiertamente, en 2017, China sobrelleva su disputa comercial con EEUU exportando más a otros países, pero esa estrategia podría estar agotando su recorrido, estimó.
Así, otra guerra comercial le dejaría apenas como herramienta aumentar el gasto interno, excluida la opción inmobiliaria en crisis (llegó a aportar 25% del crecimiento). El consumo es hoy 40% de la economía china, contra el 70% de la estadounidense.
Según Ian Bremmer, Trump adoptará una línea mucho más dura hacia China, como lo prueba su anuncio de suba de aranceles, y después de que la Administración Biden lograra estabilizar las relaciones bilaterales. ”Es posible que la escalada le dé resultados, porque China está en un momento económico delicado, pero sólo al riesgo de una confrontación mayor”, opina.
Por otro lado, China tiene un músculo industrial mucho más poderoso que hace ocho años: su sector manufacturero es mayor que el de EEUU, Alemania, Japón, Corea del Sur y Reino Unido juntos.
Así, en el área de semiconductores o chips de los más avanzados EEUU lleva todavía una ventaja, pero en muchos otros sectores, incluidos todos los semiconductores menos esos más veloces, los fabricantes chinos están a punto de poner fin a su dependencia de los suministros estadounidenses.
Superávits, déficits y precios
La gran pregunta ahora, planteó el New York Times, es cómo responderá Trump a la postura asertiva de China. Durante décadas, China ha vendido sistemáticamente a EEUU bienes por valor de 4 dólares por cada dólar que compra.
“Ese desequilibrio refleja en parte los numerosos aranceles y límites de Beijing a las importaciones, y un enorme esfuerzo gubernamental durante casi dos décadas para sustituir productos manufacturados importados por producción nacional”.
El comercio bilateral creció muy rápido en estos 20 años a un costo del fuerte déficit comercial estadounidense. El superávit comercial global de China en productos manufacturados, principalmente pero no sólo con EEUU, equivale ahora a una décima parte de toda la producción económica del país.
“Este superávit ha creado millones de puestos de trabajo en las fábricas chinas. Pero también significa que China tiene más que perder que EEUU en una guerra comercial generalizada”, concluye el NYTimes.
Trump mantuvo su promesa de nuevos aranceles a los principales socios comerciales de EEUU e insistió en que el costo lo pagarían esas otras naciones.
"No les creo" a los economistas que dicen que los aranceles harían subir los precios al consumidor, dijo Trump en "Meet the Press”.
Presionado para que garantizara que los precios en EEUU no subirían por el aumento de los bienes importados, Trump al final matizó: "No puedo garantizar nada. No puedo garantizar el mañana".
También insistió en que los aranceles en su primera administración no costaron nada al consumidor, a pesar de las investigaciones en sentido contrario; y que no hubo inflación durante su presidencia, a pesar de que los datos de la Fed muestran que los precios subieron constantemente durante todo su mandato.
La Federación Nacional de Minoristas estima que un arancel del 60% a bienes de China podría costar a un hogar estadounidense medio hasta 624 dólares al año.
El Instituto Peterson de Economía Internacional estimó que el plan arancelario completo de Trump podría costar a un hogar de ingresos medios 2.600 dólares al año.
Publicado el 10/12/2024