Este 2022 entró en vigor la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), formada por los 10 miembros de la ASEAN, además de China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Es el mayor tratado de libre comercio del mundo y el primer tratado multilateral de esta índole que incluye a China.
El mayor tratado de libre comercio del mundo, la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) conformada por 15 países de Asia-Pacífico, inició su andadura el primer día de este 2022 desafiando tanto el contexto económico creado por el COVID-19 como las persistentes tendencias proteccionistas que vienen mellando el orden comercial global nacido en los 90.
El tratado, firmado el 15 de noviembre de 2020, incluye por la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) a Myanmar, Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam. Con ellos, Australia y Nueva Zelanda, y lo más relevante: las tres potencias económicas del noreste de Asia: China, Japón y Corea del Sur.
El PIB combinado de los países firmantes del tratado asciende a unos 26,2 billones de dólares, o 30 % del PIB global. La RCEP representa un 28 % del comercio mundial y un mercado de unos 2.300 millones de personas, cerca del 30 % de la población mundial, en la región con mayor crecimiento económico del mundo.
La RCEP apunta a eliminar aranceles y cuotas en el 65 % de los productos que comercian sus miembros -si están confeccionados con materiales procedentes un país del tratado- hasta llegar al 90 % en 20 años. El tratado incluye cuestiones como la propiedad intelectual y disputas comerciales, aunque evita abordar derechos laborales e impacto medioambiental, en favor de China.
Estos países también han acordado reducir o eliminar completamente los derechos de aduana aplicados a las mercancías originarias de la agrupación durante los próximos 20 años. El RCEP establece la liberalización del comercio de servicios con medidas específicas en telecomunicaciones, servicios financieros y profesionales, e incluye un capítulo para normas multilaterales y liberalización del comercio electrónico cuidando la privacidad y la protección del consumidor.
Antecedentes
La RCEP comenzó a negociarse en 2012 en el seno de la ASEAN con otros países con los que el bloque ya había firmado TLCs: Corea del Sur, Japón, India, Nueva Zelanda, Australia y, principalmente, China. India hizo una relectura geopolítica y abandonó las negociaciones en 2019, también preocupada por que su mercado interno sufriera un impacto negativo en el intercambio con el gigante chino.
La ASEAN tuvo un papel central en las negociaciones y la conformación de la RCEP, en tanto alentó desde hace al menos cuatro décadas un proceso de comercio abierto y promoción de inversión extranjera directa que generó lo que hoy se conoce como la Fábrica Asia, un motor económico -hasta ahora- concentrado en relacionarse activamente con el resto del mundo, más que entre sus socios.
Creada en 1967, la ASEAN ha promovido la integración económica regional, conformó la Zona de Libre Comercio de la ASEAN (AFTA) en 1992 y en 2003 la Comunidad Económica de la ASEAN (AEC), que se estableció a finales de 2015 y es hoy la integración económica más desarrollada y avanzada de Asia Oriental.
En fin, fue la ASEAN la que propuso la RCEP) y lideró las negociaciones.
Sin embargo, ya en los años previos a la pandemia la Fábrica Asia vio debilitada su ventajosa dinámica comercial, sufrió la competencia entre China y Estados Unidos y fue permeada por la tecnología digital extranjera, una combinación que afectó especialmente a los países medios. En ese sentido, la RCEP puede potenciar las cadenas de valor regional, frente a las globales.
Como antecedente regional inmediato de la RCEP aparece el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (TPP-11), que representa el 13,4 % del PIB global. Fue firmado en 2018, por Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
Estados Unidos se había sumado al primer acuerdo del TPP en 2016, bajo la Administración Obama, pero en 2017 lo dejó por decisión del republicano Donald J. Trump, cuya política proteccionista (“America First”) lo llevó a plantear una guerra comercial con China y con la Unión Europea, a bloquear la OMC y a renegociar el TLCAN con Canadá y México y reemplazarlo bajo nuevos términos por el TMEC.
Sin Estados Unidos en el TPP, los países asiáticos no dudaron en impulsar otro acuerdo más, la RCEP, que incluye toda la ASEAN, Japón, Corea del Sur y China. Los expertos estiman que la RCEP, el primer TLC multilateral que suscribe China, potenciará las oportunidades comerciales de Beijing en la región del Asia-Pacífico, con la sola rebaja de aranceles, que impulsará sus exportaciones.
La crisis del COVID-19 terminó acelerando las negociaciones, acercando posiciones sobre acuerdos mínimos y precipitando el inicio de la RCEP en 2022 para compensar las consecuencias de la pandemia en el comercio regional y global.
Desafíos
La firma del RCEP supone, en particular, un desafío para las potencias medias, siempre vulnerables a los enfrentamientos comerciales entre las grandes, que es el escenario real con el que debuta este tratado. A eso, como problema, debe añadirse la pérdida de peso relativo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y del andamiaje de reglas con el que nació hace casi tres décadas, cuando el espíritu multilateral parecía recuperar su esencia desde la posguerra.
De hecho, Estados Unidos salió del TPP porque demandaba una mayor protección de la propiedad intelectual, normas más estrictas sobre empresas estatales y otras habituales en economías desarrolladas. El TPP-11 que siguió incluye exenciones de esas normas más estrictas para muchos países, pero mantiene medidas sobre normas laborales y medioambientales que, a su vez, la RCEP decidió evitar.
Las potencias medias pueden encontrar en el RCEP un camino para reducir riesgos e incertidumbres en el comercio internacional, cuando ni la liberalización ni las normas globales están aseguradas por la OMC, y la globalización no ha dejado de evolucionar pese a la pandemia.
A la vez, muchos países comprometidos con el desarrollo del comercio, para sustentar sus propias economías y sistemas políticos, tienen en asociaciones como la RCEP un espacio en el que coordinar sus intereses y fortalecer el respeto a unas normas que los protejan de los vaivenes de las grandes potencias.
La RCEP recién inicia su camino y las dimensiones involucradas hacen pensar que tiene muchas posibilidades de avanzar en sus objetivos económicos y comerciales, pero para poder activarse se limitó a acuerdos muy básicos que sólo consolidan relaciones preexistentes entre muchos de los países del Asia-Pacífico.
Según el economista Peter Drysdale, la RCEP no es un acuerdo más de libre comercio e inversión: “Incorpora una importante agenda de cooperación, un elemento esencial para crear capacidad de reforma económica y reforzar mutuamente el desarrollo regional en el tiempo. Su agenda de cooperación tiene una recompensa política y de seguridad que ayudará a mejorar las tensiones regionales y a gestionar las relaciones con las potencias más grandes, como China, Japón y, tal vez, la India”.
Publicado el 07/01/2022