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PAÍSES BAJOS, UN CRUCIGRAMA ELECTORAL

Los neerlandeses volverán a las urnas este 17 de marzo, en unas elecciones que pondrán en juego el prolongado liderazgo político que mantiene el primer ministro liberal Mark Rutte desde 2010, pero que reabre también un juego de coaliciones en el que la extrema derecha vuelve a ser determinante.



Unos 13 millones de neerlandeses podrán votar este 17 de marzo para renovar el Parlamento del que surgirá el nuevo gobierno de Países Bajos, tras la caída del anterior por un escándalo con ayudas a la infancia, aunque el actual primer ministro, Mark Rutte (54), sigue siendo favorito para extender el liderazgo que inició en 2010.


A los comicios se presentan 37 partidos que se disputarán las 150 bancas del Parlamento, un récord de posguerra (en 1922 llegó a haber 52 fuerzas) aunque típico del escenario político fragmentado y volátil de Países Bajos, que ha resultado históricamente en gobiernos de coalición.


El sistema electoral proporcional (D’Hondt) y de circunscripción única, que otorga un escaño por cada 0,7% de votos, ha impedido gobiernos de mayoría absoluta en manos de un solo partido, pero enriquecido ideológicamente el Parlamento.


Las últimas encuestas mantienen como favorito al Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), del liberal conservador Rutte (hasta 40 de los 150 escaños). Detrás aparecen el ultraderechista, euroescéptico y xenófobo Partido de la Libertad (PVD) de Geert Wilders (19 bancas); el centroderechista Llamamiento Cristiano (CDA) con 18 y el “social-liberal” D66 con 14. En un segundo lote, de izquierda, están los Laboristas (13 bancas), los Verdes (12) y los Socialistas (10). El resto del arco luce totalmente disperso y variopinto, como en las últimas tres décadas.


Los neerlandeses votarán en un contexto de pandemia de COVID-19 que tendrá su impacto electoral. Con 1,1 millón de contagios, 15.600 muertes en un año y en plena “segunda ola”, la imposición de un toque de queda nocturno (de las 21 a las 4.30) hizo estallar en enero violentas protestas en todo el país.


Un grupo negacionista, Virus Truth, acudió a la justicia y un magistrado suspendió la restricción, pero un tribunal de apelación dio la razón al gobierno de Rutte y confirmó la medida, que rige hasta el domingo previo a los comicios, de 21 a 4.30.


COYUNTURA Y AGENDA



El voto de los neerlandeses dictaminará sobre asuntos de coyuntura, como el escándalo que provocó la disolución del tercer gobierno de Rutte (2010, 2012 y 2017), pero también sobre un giro en las prioridades de la agenda social y económica, en estos nuevos tiempos de crisis y pandemia.

Desde la óptica latinoamericana, la situación general de Países Bajos y el nivel de vida de sus habitantes son envidiables. Su PIB per cápita fue de 45.690 euros en 2020 (13° del mundo). Por volumen de PIB, la economía neerlandesa es la 17°, con una deuda pública relativamente baja (48,7%).


Pero lo que forzó la caída del gobierno de Rutte fue un escándalo con la administración de ayudas a la infancia (2017-2020) que perjudicó a 35 mil familias con 80 mil niños y la mayoría inmigrantes, denunciadas por un fraude inexistente y obligadas a devolver una deuda tributaria mal calculada por el propio Estado


El gobierno reconoció el grave error y ordenó la reposición de los fondos a las familias, unos 30 mil euros a cada una, lo cual se reflejó positivamente en las encuestas electorales y renovó las posibilidades del pragmático Rutte, de por sí bien valorado en general por su gestión de la pandemia.


Ampliando el foco, en las preocupaciones de los neerlandeses siguen presentes problemas de fondo, desde la escasez de tierra para vivienda hasta la integración de los inmigrantes, pasando por la educación, a los que el espectro político les da las más variadas respuestas, incluso extremas, de izquierda a derecha.


La crisis que acarreó la pandemia incorporó otros asuntos en esa lista: el salario mínimo, la precariedad laboral (uno de cada cinco empleados tiene un contrato temporal, el doble que la media de la OCDE), la protección social, la financiación universitaria (desde 2015 con un sistema de créditos a devolver hasta los 35 años).


Es que, en un país caracterizado por el sentido práctico para alcanzar bienestar sin grandes desigualdades, la experiencia de la pandemia influyó en la opinión del electorado, más preocupado hoy por la economía y la situación social y sanitaria que por la inmigración, que en 2017 fue el tema de debate por excelencia.


De ahí que el programa electoral del VVD de Rutte, un liberal que en la Unión Europea (UE) lideró a los “frugales” para limitar ayuda financiera a los países del sur del bloque, diga hoy: “En lugar de reducir el rol del Gobierno, en los próximos años necesitamos un Gobierno activo y fuerte para que nos proteja y mantenga a nuestra economía y a nuestra sociedad igualitaria y saludable”.


Puzzle de coaliciones



Rutte (foto) puede convertirse en el líder con más años en el poder en toda la historia democrática de los Países Bajos, si forma gobierno en una cuarta legislatura consecutiva (el récord lo mantiene el democristiano Ruud Lubbers, entre 1982 y 1994. Desde la posguerra, el país sólo fue administrado por coaliciones).


Eso dependerá de dos cosas: la revalidación de su liderazgo y su reconocida capacidad para formar coaliciones lo suficientemente estables y atendiendo al clima político imperante, antes que a su propia impronta ideológica. Tiene una ventaja técnica adicional: en la boleta única aparecen los candidatos de los 37 partidos, pero los que ya tienen representación parlamentaria (14) figuran adelante.


En el último gobierno, el VVD de Rutte formó coalición con otros tres partidos minoritarios: la CDA y Unión Cristiana, y el “socio-liberal” D66, lo que dejó afuera, y creciendo, a los ultraderechistas del PVV de Wilders (57), que irrumpió en 2006 con un discurso xenófobo que rompió con la tradición tolerante de Países Bajos.


Sin embargo, desde la elección de 2017 esos tres aliados se han debilitado por su gestión en la coalición. En cambio, desde la oposición, el PVV se ha consolidado y amplió una agenda que hace cuatro años tenía a la inmigración como único eje (de hecho, su programa electoral de entonces cabía en un solo folio).


Para Rutte, aliarse con el PVV de Wilders no sería una rareza: ya lo hizo para llegar al poder en 2010, en una alianza de tres con el CDA, que duró hasta 2012. En estos 11 años de ejercicio del poder, el carismático primer ministro se ha ganado el mote de camaleónico, a lo que replica: “Sólo quiero un país cómodo, libre y seguro”.


Así, en 2012, en plena crisis del euro, el premier se movió sin problemas hacia la izquierda e hizo una “gran coalición” con el socialdemócrata Partido Laborista (PVDA). Cuatro años después, el laborismo cayó del 24% al 5%. Entonces, para sobrevivir, Rutte volvió a recostarse en las demás fuerzas de derecha, y ganó.


En ese 2017, con solo una década de existencia, el nacionalismo extremo de Wilders llevó al PVV a su mejor performance electoral, se estableció como nítida segunda fuerza del país (luego de liderar por dos años las encuestas) y dejó atrás su condición de “partido de nicho”. Wilders, quien coordina abiertamente con otros líderes de extrema derecha como el italiano Matteo Salvini y la francesa Marine Le Pen, llamó entonces a consolidar una “primavera patriótica” desde la oposición.


Hoy, le disputa la primera minoría al VVV, con una oferta electoral que mantiene su raíz nacionalista y xenófoba, pero logra atraer a algunos conservadores moderados y a parte de la clase trabajadora afectada por la crisis económica, con nuevas propuestas sobre salario mínimo, cambio climático y asistencia a mayores.


El panorama se completa con una decena de pequeñas fuerzas con posibilidades ciertas de llegar al Parlamento, signo de los nuevos tiempos. El VVV de Rutte es el único sobreviviente del trípode que gobernó Países Bajos en las primeras cuatro décadas de posguerra (en 1982, con el CDA y el PVDA reunían 83% de votos).


La minoría ascendente más reciente fue el Foro para la Democracia (FVD), creado por otro xenófobo Thierry Baudet (36). En las regionales de 2019, el FVD fue el más votado en 6 de las 12 regiones, que deciden la conformación del Senado, ahora derechizado. Acosado por la repercusión de mensajes racistas entre sus militantes, Baudet renunció en 2020. El FVD colapsó y ya le nació una escisión, el JA 21.


Por izquierda, mantienen posibilidades ciertas de lograr varias bancas en el Parlamento tanto los Verdes (GL) como el Partido Socialista (PS). Destaca el joven líder de GL, Jesse Klaver (34), quien impulsa una “Holanda ideal” progresista, verde y con fuerte agenda de género y LGBT+.


En la lista de singularidades políticas neerlandesas se incluyen Volt Países Bajos, un partido juvenil europeísta; Nida, de inspiración islámica; Países Bajos Libre y Social, un grupo negacionista y antivacunas; el 50 PLUS, de jubilados; el DENK, de la minoría turca; y el Reformado, calvinista.


Publicado el 12/03/2021

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