Seré breve. He señalado ya hace una década que respecto a Malvinas la historia muestra que hay países pequeños y grandes que han recuperado territorios mediante una combinación de voluntad, recursos, talento, paciencia y oportunidad. Y para ello es necesaria una estrategia que denomino de las 4 D: Diplomacia, Divisas, Defensa y Derecho. La diplomacia remite a potenciar las capacidades persuasivas del país. Las divisas apuntan a la urgencia de reconstruir poderío material. El derecho es un instrumento clave para avanzar nuestra posición. Y la defensa es crucial para contar con una política creíble.
En este caso, únicamente abordaré una de las D: me centraré en la Diplomacia, y añadiré una breve referencia a la dimensión militar ligada a ella. Y en ese sentido, me pregunto, ¿qué refleja, a un año de gestión, la política exterior del Gobierno de La Libertad Avanza respecto a Malvinas? Si bien hay -y habrá que ver si subsiste- un consenso nacional respecto a las islas, nuestra práctica ha mostrado oscilaciones infértiles. En la actualidad, y a diferencia de otros gobiernos desde 1983, se agrega un elemento nuevo: suponer que, gracias a Estados Unidos y la OTAN, el Reino Unido tendrá una mayor disposición a la negociación y así la Argentina podrá restablecer la soberanía sobre las islas.
Desde el 10 de diciembre de 2023 se constató la clara preferencia del Gobierno por dos países: Estados Unidos, en primer lugar, e Israel, complementariamente. Eso puede gustar o disgustar. Lo inédito -y agregaría inaudito- para la tradición internacional argentina es que, simultáneamente, se pusieron en evidencia las aversiones explícitas contra países y líderes. Eso se reflejó en anuncios, votaciones y medidas. Por ejemplo, se rechazó el ingreso a BRICS. (De paso, hay un dicho anglosajón que señala que “uno está en la mesa o es parte del menú”. Se escogió lo segundo.) En el marco de Naciones Unidas y respecto a Medio Oriente se abandonaron posicionamientos habituales y equilibrados de muy larga data. Al tiempo que se indicó la voluntad de trasladar la sede de la Embajada Argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. En América Latina se agravió a mandatarios, se decidió no enviar embajadores de carrera a tres países, y se ausentó de las cumbres de CELAC y Mercosur. Sin ir más lejos, esta semana, insólitamente y en medio de tantas guerras letales y amenazas nucleares, el canciller Gerardo Werthein no asistió a la conmemoración del Tratado de Paz y Amistad con Chile de 1984. Es probable que haya perplejidad entre vecinos y distantes acerca de la continuidad de una política por la paz que marcó al país después del conflicto de Malvinas.
En materia de adquisición de aviones de combate se optó por los promovidos por Estados Unidos, a pesar de que la oferta de China era, para varios, superior. La Argentina solicitó ser Socio Global de la OTAN; proceso que necesita el apoyo de los 32 miembros (lo cual implicaría contar con el voto del Reino Unido). El país se sumó, como único miembro latinoamericano, al Grupo de Contacto sobre Asuntos de Defensa en Ucrania, organizado por Washington. También se incorporó, en medio de una creciente exacerbación y regionalización de los conflictos en Medio Oriente, a las Fuerzas Marítimas Combinadas creadas por Estados Unidos. Sintéticamente, aquellos que apoyaron y colaboraron con Londres durante el conflicto de 1982 serían hoy, de acuerdo con los que propenden por la profundización de vínculos con Washington y la OTAN, los mejores aliados para asegurar el ejercicio de la futura soberanía argentina en Malvinas. Ese no fue el modo en el que Panamá recuperó su Canal, China hiciera lo propio con Hong Kong, y Mauricio reintegrara el archipiélago de Chagos.
Eso tampoco evitó que las compañías Rockhopper, con sede en el Reino Unido, y Navitas Petroleum, radicada en Israel, se asociaran para la perforación de 23 pozos en las inmediaciones de Malvinas. Con una inversión de US$ 1.200 millones, planean la extracción de varios millones de barriles de petróleo durante tres décadas. Eso robustece la capacidad de incidencia de los isleños en la diplomacia de Londres, en un contexto geopolítico marcado por la revalorización de los océanos, de los recursos energéticos y de las bases militares.
Si ahora sumamos los miembros de BRICS (en el que hay países que históricamente han sido enfáticos en su respaldo a la posición nacional sobre Malvinas), las 33 naciones de América Latina y el Caribe (muchas de ellas maltratadas o desatendidas), los 57 países de mayoría musulmana (para quienes Jerusalén es una ciudad sagrada), mancomunados en la Organización de Cooperación Islámica, tenemos más de 90 países que quizás hoy están menos entusiasmados en su respaldo a la Argentina. Perder ese activo es un error estratégico monumental.
En materia de Malvinas, entonces, reitero la pregunta: ¿La Libertad Avanza? Yo diría que, en realidad, la confusión avanza. Las cuatro D y su entrelazamiento son cada día más urgentes en su despliegue y a la vez distantes en la praxis actual. La Argentina requiere asegurar un consenso efectivo, implementar una diplomacia razonable y actuar responsablemente en torno a Malvinas.
*Este texto fue elaborado para la Audiencia por las Malvinas y la Soberanía Nacional que se llevó a cabo el 27 de noviembre de 2024 en el Congreso de la Nación.
Publicado el 02/12/2024 en Cenital