“Las mujeres afganas: sufrimiento y esperanza”, por P. Hassan y S. Khpalwak
- Embajada Abierta
- 10 mar
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Actualizado: 28 mar

El Día Internacional de la Mujer de este año está marcado por una sensación de presentimiento, incluso de desesperación. Los avances en materia de derechos y representación de la mujer están estancados: el número de mujeres en los parlamentos creció el año pasado al ritmo más bajo en una generación, y el déficit mundial de financiación de las iniciativas de género sigue siendo enorme.
En un momento de retroceso democrático generalizado -y con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, congelando la ayuda exterior, incluida la destinada a iniciativas de género-, las perspectivas de mejora parecen sombrías.
Nadie entiende mejor las consecuencias de estos retrocesos que las mujeres y las niñas de Afganistán, donde se están produciendo algunas de las violaciones de los derechos de género más graves del mundo. Y, sin embargo, las mujeres afganas también ofrecen razones de peso para la esperanza y una poderosa motivación -especialmente para quienes gozamos de derechos, libertades y oportunidades que ellas no tienen- para seguir luchando.
Las afganas llevan mucho tiempo encontrando formas imaginativas de resistir y eludir la dura represión. A finales de la década de 1990, cuando los talibanes consolidaron el control del país e impusieron políticas regresivas, las mujeres crearon escuelas clandestinas, centros comunitarios y clínicas de salud.
Desde la vuelta de los talibanes al poder en 2021, las afganas han renovado estas iniciativas. Por ejemplo, han creado escuelas secretas, a las que las niñas -que ahora tienen prohibida la educación más allá del sexto grado- pueden asistir en persona o en línea. En los lugares donde no es posible acceder a estas clases, las madres suelen educar a sus hijas en casa, utilizando sus teléfonos o tabletas para acceder a los materiales necesarios.
Las mujeres, a las que se prohíbe hablar fuera de casa, han recurrido a las redes sociales y a la prensa para contar sus historias. Incapaces de protestar pacíficamente sin enfrentarse a la violencia de las autoridades, las mujeres han adoptado formas creativas de resistencia, describiendo sus experiencias y exigiendo cambios en poesía, pintura y cine. El conmovedor documental de Sahra Mani, Bread & Roses (Pan y rosas), que ofrece una visión de los esfuerzos de las mujeres afganas por resistir la represión talibán, ha sido aclamado internacionalmente.
Lejos de acelerar este proceso, Trump ha suspendido el Programa de Admisión de Refugiados de Estados Unidos.
Esto ha puesto a los afganos en un elevado riesgo de deportación -equivalente a una sentencia de muerte para muchos- por parte del gobierno pakistaní, que ha expresado su frustración por los largos plazos de reubicación. Debe establecerse lo antes posible una vía creíble para el reasentamiento permanente en lugares seguros.
En segundo lugar, la comunidad internacional debe proporcionar a las mujeres afganas los recursos que necesitan para lograr el cambio en Afganistán. Las mujeres afganas tienen la visión, la tenacidad, la experiencia y el compromiso necesarios para marcar la diferencia.
Sin embargo, desde la vuelta de los talibanes al poder, los donantes han tenido miedo de apoyarlas. Hay que proporcionar mucha más financiación a los programas dirigidos por mujeres afganas, incluidos los que facilitan el diálogo entre las mujeres afganas en el país y en el exilio.
Por último, las mujeres -y la sociedad civil en general- deben participar en cualquier diálogo político o proceso de paz relacionado con Afganistán.
Si los talibanes pretenden negar a las mujeres un asiento en la mesa, como han hecho hasta ahora, la comunidad internacional debe oponerse.
El futuro de Afganistán y la estabilidad de la región dependen de ello.
La reunión de este año de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer marcará el 30 aniversario de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, el plan más progresista del mundo para el avance de los derechos de la mujer.Cuando se elaboró hace tres décadas, las mujeres que participaron en ella albergaban la esperanza de que la lucha por la igualdad de género hubiera alcanzado un punto de inflexión. Pero a pesar de los avances en algunos ámbitos -como la participación de la mujer en el mercado laboral, la representación política y la inclusión financiera-, la promesa sigue sin cumplirse.
Ahora es el momento de aprovechar la creatividad, el liderazgo, los conocimientos y el coraje de una nueva generación de mujeres activistas, sobre todo en Afganistán.
Publicado el 10/3/2025 en Bangkok Post. Texto original aquí