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"Las elecciones de noviembre no van a terminar con el desencuentro de la sociedad estadounidense", por Jorge Argüello

Antes de Venezuela, Estados Unidos pasó una semana de vértigo. Primero un atentado de asesinato contra el candidato republicano Donald Trump y unos días después el renunciamiento de Joe Biden a su reelección cambiaron el escenario en el que se desenvuelve la campaña electoral estadounidense.



Jorge Arguello, dos veces embajador argentino en Estados Unidos y cinco años como representante del país ante la ONU escribió "Las dos almas de Estados Unidos. Viaje al corazón de una sociedad fracturada", donde describe las causas y las consecuencias de una sociedad que, como dice en el libro citando a la historiadora Jill Lepore, "se fundó sobre un conjunto de ideas, pero los estadounidenses se han dividido tanto que ya no están de acuerdo, si es que alguna vez lo estuvieron, sobre cuales son o fueron esas ideas".


-¿Cómo vio esta sucesión de hechos que no son habituales en los procesos electorales de Estados Unidos?


-Esta campaña electoral reviste una importancia capital porque está directamente relacionada con una situación traumática que atraviesa la sociedad de los Estados Unidos desde hace mucho tiempo. Como ocurre con la mayoría de las democracias occidentales modernas, es una sociedad que está fragmentada y polarizada. Nosotros lo llamamos grieta, en EEUU no tiene ese nombre, pero sin lugar a duda reconoce las mismas raíces que las grietas de la mayoría de los países de Europa, de nuestra región y de Argentina en particular, pero con un volumen más significativo. Por ejemplo, cuando en Argentina hablamos de la grieta estamos básicamente hablando de posicionamientos políticos, de kirchnerismo, macrismo y mileismo. En Estados Unidos, cuando se discute sobre la grieta, se discute sobre los valores esenciales y constitutivos de esa sociedad. He presenciado debates en algunos estados donde se discute si en los colegios públicos debe haber educación cristiana obligatoria. El aborto atraviesa a esa sociedad. La problemática de la inmigración para un país que se creó a partir de procesos migratorios parte a esa sociedad, la divide y se ha convertido en uno de los temas centrales de la agenda electoral.



-Es la disputa entre las dos almas del país que describe en el libro.


-Una de esas almas lleva el nombre de Trump y la otra hoy el de Kamala Harris. En el último mes han pasado cosas inesperadas e inéditas en el debate electoral norteamericano. Por un lado, el intento de asesinato del expresidente Donald Trump, que sin dudas va a quedar en la memoria de la historia política de los Estados Unidos. Particularmente me llamó la atención los reflejos de Donald Trump, que cuando se incorpora después de haberse tirado al piso, ignorando que tiene un balazo que le atraviesa la oreja y no teniendo en claro qué estaba pasando, intuye la naturaleza del hecho y se levanta con un puño en alto en una fotografía que parece armada pero que no lo fue, con la bandera de los Estados Unidos atrás, dos o tres miembros del servicio secreto cubriéndolo y él emergiendo con el puño en alto, gritando "a luchar, a luchar". Por otro lado, veníamos viendo al candidato demócrata Joe Biden en un proceso de deterioro personal que era evidente en los medios. El primer debate que tuvo lugar en Atlanta, fue absolutamente determinante de lo que habría de pasar pocas semanas después. Estuve con Joe Biden el año pasado en una reunión de una hora y media en la Casa Blanca, acompañando al presidente Alberto Fernández, y vi a un presidente Biden absolutamente lúcido que manejó la reunión todo el tiempo, que conocía los temas, daba la palabra e interrogaba.


-En su descripción utiliza la expresión "polarización calcificada" para describir la situación en Estados Unidos. ¿Cómo se sale de esa calcificación?


-Para salir hay que tener claro cómo se entró y la verdad es que no hay una visión única. Hay posiciones muy rígidas de los dos lados que hacen muy difícil encontrar una síntesis, por lo menos ahora. Creo que este proceso ha llevado generaciones. Recuerdo durante los años de la presidencia de Bill Clinton la emergencia de un sector muy duro del Partido Republicano. En aquel momento el líder era Newt Gingrich, que llegó a presidir la Cámara de Representantes siendo republicano durante una administración demócrata y era portador de un discurso conservador muy duro, que no era propio del Partido Republicano. Años después surgió un movimiento llamado Tea Party, que también llevó a un sector del Partido Republicano a expresar políticas muy rígidas, muy conservadoras, incorporando una nueva dinámica al debate político estadounidense. Después de esto aparece Donald Trump, que era un tradicional aportante del Partido Demócrata y se postula a la presidencia, pero se dio cuenta que el camino más fácil para él era el Partido Republicano e inicia allí un proceso de construcción política y hoy tenemos que decir que se ha adueñado de él. Este Partido Republicano no es el mismo de hace 20 años, es uno que está radicalizado, que ha tomado posturas absolutamente conservadoras y duras, reaccionarias en algunos aspectos. Ha llevado generaciones construir y profundizar esta grieta y creo que va a llevar generaciones superarla, porque las elecciones del 5 de noviembre no van a poner un punto final a este desencuentro.



-Hay una idea que atraviesa el libro y que entiendo es una de las principales causas de esta grieta que es la creciente desigualdad en la sociedad y un concepto que siempre estuvo muy arraigado, también en la Argentina, que es el de la movilidad social ascendente. ¿Esto es así? ¿En cuánto influye?


-El sueño americano, tal como fue históricamente concebido, ya no existe. La sociedad estadounidense tiene crecientes dificultades en lo que se refiere al histórico mecanismo de ascenso social. La caracterización que uno podría hacer en este momento es casi la contraria, la brecha entre los más ricos y los más pobres no solamente se ha consolidado, sino que viene creciendo; también en la tensión racial que el país todavía exhibe y que muchas veces pasa desapercibido para el visitante circunstancial. En el libro refiero varias situaciones con las cuales tengo contacto a partir de la experiencia de mi hija en un colegio público de la ciudad de Washington, que tiene una mayoría de población afroamericana. Allí pude entender la profundidad de la tensión racial que todavía existe. Además, esto se ve potenciado por una cuestión geográfica: no es lo mismo pararse en las costas o en las grandes urbes que en los estados del interior. Son dos visiones y realidades completamente distintas que se expresan en esta polarización.


-Cuando cuenta esta anécdota de su hija, habla de la sensación de pesimismo y malestar que hay en la sociedad estadounidense.


-Si y a eso me refería cuando hablaba del proceso que atraviesa la mayoría de las democracias occidentales hoy que es la insatisfacción que genera la falta de respuestas suficientes por parte del sistema democrático. Esto es un proceso que se está viviendo en Occidente y Estados Unidos no escapa a esto. Un chico de un barrio afroamericano pobre no es portador de la energía que suponía aquel sueño americano, donde el hijo de un inmigrante pobre podía convertirse en millonario en una generación.


- ¿Por qué Trump vuelve a tener la posibilidad de ser presidente después del 6 de enero de 2021 y las investigaciones judiciales?


- Porque Trump es el nombre de una de las dos almas de los Estados Unidos, él expresa a esa sociedad insatisfecha, que está desconforme con su propia situación y no pierde vigencia porque la crisis y la fragmentación social no se atenúa. Por esa razón, naturalmente, la sociedad está partida en dos. Y cada una de esas dos mitades encuentra una síntesis en un candidato. En el caso de Trump, yo diría que además es el líder de un sector de la sociedad y es insustituible dentro del Partido Republicano. El Partido Demócrata tiene un procedimiento distinto, no estamos hablando de un liderazgo personalizado sino de una postura ideológica. Por eso para el Partido Demócrata no ha sido tan complicado reemplazar el candidato.


-La economía de Estados Unidos está sólida, el desempleo es el menor de los últimos 50 años ¿Por qué la gente cree que está mal y lo va a volver a votar a Trump?


-Hay que introducir la palabra percepción. La verdad es que el PBI de los Estados Unidos crece, inclusive un poco por encima de lo que se había previsto y, las tasas de desempleo son bajas. Sin embargo, la percepción de vastos sectores de esa sociedad es que la economía está en crisis, que la calidad de vida está decreciendo y se manifiesta una sensación de inseguridad respecto del futuro inmediato que también pasa en otros países. Yo creo que los temas de la economía y la problemática migratoria son determinantes en la agenda electoral y en los próximos meses los candidatos van a concentrarse en estos temas.


El rol exterior


-Más allá de la cuestión interna ¿Cuál es el rol de Estados Unidos en un mundo multipolar? ¿Dónde se inserta Argentina?


-Estados Unidos sigue siendo la principal potencia económica y militar. Sin embargo, también está claro que el mundo está entrando en un esquema que podría ser definido como el bipolarismo no hegemónico expresado por China y Estados Unidos. China es otro elemento que está al tope de la agenda electoral de los Estados Unidos y por más que los norteamericanos están en desacuerdo prácticamente en todo no lo están respecto de lo que llaman "la amenaza china". La sensación de crecimiento de China y la amenaza que ello supone para la supremacía estadounidense hace que haya una cierta coincidencia en la agenda de la política exterior entre los dos partidos. Yo he sido dos veces embajador de la Argentina en Washington y cinco años embajador en la ONU en Nueva York e interactué con cuatro presidentes: Bush, Obama, Trump y Biden, y en ninguno de ellos nunca he percibido una tensión especial para América Latina en general o en la Argentina en particular. Le diría más, yo creo que la tensión de los Estados Unidos en la región o en nuestro país se exacerba cuando se detecta la actividad de potencias extra regionales. Llámelo Rusia, China o Irán, en esos casos hay una tensión centrada en la región, pero es pasajera y responde a estímulos circunstanciales. No hay una mirada estratégica de los Estados Unidos respecto de la región como China, la guerra Rusia-Ucrania y la crisis de Medio Oriente. Estos son los temas que atraen o concentran la atención de la dinámica política de los Estados Unidos.



- ¿Por qué dice que la democracia estadounidense está sometida a una prueba de estrés?


-Es cuando se somete a un sistema a presiones extraordinarias para ver cómo reacciona. Es una especie de prueba de los límites del sistema. Las elecciones de noviembre suponen una prueba de estrés para la democracia norteamericana porque la última experiencia electoral fue absolutamente traumática. Yo vi pasar por la ventana de mi casa las multitudes que se dirigían al Congreso de los Estados Unidos para tomarlo, para interrumpir el proceso de transición democrática en ese país. Y este es un escenario que era impensable para la conciencia promedio de los estadounidenses, eran situaciones que se veían en los noticieros de países africanos o latinoamericanos. Pero pasó. Por eso me parece que estas elecciones que vienen revisten una significación tan importante. Y por eso la insistencia en las entrevistas de preguntar a los candidatos, en particular a Donald Trump, si caso de que pierda va a reconocer los resultados electorales.


- ¿China es la gran obsesión de Estados Unidos?


-He visto eso claramente en las últimas gestiones presidenciales de los Estados Unidos. La agenda exterior de los Estados Unidos, en lo que se refiere a China, no varía según gobiernan demócratas o republicanos.


-También es complejo por la interrelación económica entre ambos países.


-La relación de dependencia recíproca entre China y los Estados Unidos es altísima, es imposible pensar en uno sin el otro. Pero a la vez, la intensidad de esta relación bilateral genera tensiones que tienen que ver con la hegemonía de los dos países en otros países. De manera tal que, como en toda relación, se generan tensiones que hasta ahora han ido administrando de un modo irrazonable. Nadie piensa seriamente en la posibilidad de un conflicto bélico entre estas dos potencias.



¿Cuál es su opinión respecto a lo que está ocurriendo en Venezuela?


-Estamos asistiendo a la agonía de un régimen autoritario que yo creo que está entrando en su fase final. La expectativa está puesta en la reacción de la comunidad internacional y en la presión que los distintos países puedan llevar adelante para, en primer lugar, generar un diálogo entre las partes y, en segundo lugar, una salida. Ojalá las gestiones que están llevando adelante sean efectivas y puedan destrabar esta situación.


Publicado en El Litoral, de Santa Fe


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