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“La guerra civil según Donald Trump”, por Paul Krugman


Está claro que algo le está pasando a Donald Trump. Dudo que hace apenas un año hubiera empezado un mitin con 12 minutos de comentarios incoherentes sobre el difunto golfista Arnold Palmer y concluyendo con una discusión sobre el tamaño del pene del deportista.


Y aunque sería deseable no enterarse de eso, es importante. Trump puede volver a controlar el arsenal nuclear de Estados Unidos y, además, su comportamiento errático debería ser una advertencia para los empresarios que restan importancia a su destructiva agenda económica creyendo que, si es elegido, escuchará razones y se retractará de lo peor de sus propuestas.


Pero, en un sentido fundamental, el comentario más perturbador de Trump en los últimos días puede haber sido el que hizo sin que se lo solicitaran sobre Abraham Lincoln durante una aparición en Fox News:


 “Lincoln probablemente fue un gran presidente. Aunque siempre he dicho, ¿por qué no se llegó a un acuerdo, sabes? Soy un tipo que… no tiene sentido que tuviéramos una guerra civil”.


¿De qué demonios está hablando? ¿Está insinuando que Lincoln debería haber dejado que el Sur mantuviera la esclavitud de alguna forma? ¿Que mantuviera esclavizado a cierto número de personas negras, como puntos para el acuerdo de algún tipo de negociación de política pública común y corriente? Si es así, en otro tiempo Trump habría tenido suficiente autocontrol para no sugerir nada semejante tan abiertamente.


Y si eso está insinuando, he aquí la cuestión: en la Guerra Civil no podría haberse llegado a un “acuerdo” moderando las exigencias del Norte de que el Sur entregara a sus esclavos, porque no existían tales exigencias.


Sí, los estados del Norte habían prohibido la esclavitud dentro de sus propias fronteras y muchos norteños la consideraban aborrecible. Pero los abolicionistas declarados que pretendían acabar con la esclavitud en todas partes eran una pequeña minoría. Si el Sur no se hubiera separado, la esclavitud podría haber continuado sin trabas durante décadas.


Como explicó Lincoln en su histórico discurso de 1860 en la Cooper Union, que lo encaminó hacia la nominación republicana y eventualmente a la presidencia, la razón por la que la Unión se enfrentaba a una crisis existencial era una exigencia del Sur: concretamente que el Norte no solo permitiera que la esclavitud continuara sin impedimentos, sino que también protegiera esta práctica de las críticas.


Lincoln argumentó que la pelea de los esclavistas contra los estados libres no era debido a que los norteños perjudicaran sus intereses materiales -no lo hacían en grado significativo-, sino el mero hecho de que se atrevieran a calificar la esclavitud de malvada.


“¿Qué les satisfará?” preguntó Lincoln. Su respuesta:


Esto, y solo esto: dejar de llamar mala a la esclavitud y unirse a ellos para llamarla buena. Y esto debe hacerse a fondo, tanto con hechos como con palabras. No se tolerará el silencio; debemos colocarnos abiertamente junto a ellos. Hay que promulgar y hacer cumplir la nueva ley de sedición del senador Douglas, y suprimir todas las declaraciones de que la esclavitud es mala, ya se hagan en política, en la prensa, en los púlpitos o en privado. Debemos arrestar y devolver a sus esclavos fugitivos con avaricioso placer. Debemos derribar las Constituciones de nuestros estados libres. Hay que desinfectar la atmósfera entera de toda mancha de oposición a la esclavitud antes de que dejen de creer que todos sus problemas provienen de nosotros.


Ahí no hay mucho margen para llegar a un acuerdo.


¿Qué tiene que ver esto con Estados Unidos hoy? En gran medida, la campaña de Trump se mantiene a flote financieramente gracias a un puñado de multimillonarios agraviados, Elon Musk en particular. ¿Por qué estos (en su mayoría) hombres están tan descontentos? No creo que se deba principalmente a intereses financieros personales: los ultrarricos pagarán menos impuestos si gana Trump, pero Musk esencialmente ha prendido fuego a millones de dólares, incluso miles de millones, en pos de su agenda política. No, si los escuchas, lo que realmente parece enfurecerles es lo que Musk llama el “virus de la mentalidad woke”.


Creo que a la mayoría de estos multimillonarios les costaría definir lo woke, pero ¿qué tiene de terrible? Sea lo que sea, lo woke no se ha interpuesto en el camino de las ganancias y las cotizaciones bursátiles al alza. Pero un tema constante es la crítica a los abusos de las personas con poder, y algunas personas con poder no pueden soportar la idea de que se permita a la gente hablar de sus posibles abusos, y mucho menos la idea de que el gobierno deba hacer algo al respecto.


Lo que esto significa para mí es que muchas personas, incluidas y especialmente algunas personas ricas y poderosas que imaginan que sus vidas seguirán como antes si gana Trump -porque ellos mismos no son inmigrantes indocumentados, ni forman parte de los “medios de noticias falsas”, ni son empleados federales que podrían ser sospechosos de deslealtad, ni nadie a quien Trump considere el “enemigo interno”-, se están engañando a sí mismas. Trump y muchos de los que le rodean son hipersensibles a las críticas y, si gana, se puede esperar que castiguen a los críticos, sean quienes sean, y exijan afirmaciones de lealtad en todos los ámbitos.


Y esa perspectiva me alarma tanto como la idea de poner a cargo de nuestras armas nucleares a un hombre que suelta vulgaridades sin control.


Publicado el 28/10/2024 por Paul Krugman en The New York Times


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