La ratificación de Shigeru Ishiba (PLD) como primer ministro en el Parlamento, pese al retroceso oficialista en los comicios del 28 de octubre, representa un intento por dar a luz un nuevo modelo de país que se reubique en el tenso escenario asiático y, a la vez, deje atrás una economía deflacionaria ya relegada al cuarto lugar mundial.
La búsqueda de un nuevo lugar para Japón en el tablero geopolítico de Asia, más asertivo e independiente de EEUU, y de la recuperación de una economía lastrada por la deflación definirá la gestión del primer ministro Shigeru Ishiba, del hegemónico Partido Liberal Democrático (PLD), ratificado el 11 de noviembre por el Parlamento (221 votos, sumando aliados, sobre 465).
Dividido por disputas internas pero con la mayoría parlamentaria que busca renovar -262 bancas sobre 480 que controla el PLD con el apoyo de las 32 del centrista Komeitō- el oficialismo eligió a Ishiba (67), un veterano político que fue ministro de Seguridad y de Agricultura, para suceder a Fumio Kishida (2021-2024).
El ex primer ministro Yoshihiko Noda (2011-2012) será el candidato del progresista Partido Democrático Constitucional (PDC), del que fue elegido líder en septiembre y que es la principal fuerza de oposición (99 bancas) tras la disolución en 2016 del progresista Partido Democrático pero con intención de voto de apenas 9%, contra más de 30% del PLD.
Ishiba era candidato a liderar el PLD y el gobierno por cuarta vez y superó a otros ocho postulantes, en un cerrado desempate a la derechista Sanae Takaichi (215 a 194), en un contexto de descontento general por la debilidad de la economía pero, también, por el escándalo de financiación política irregular que rodeó a Kishida.
Su campaña se centró en seguridad, con las premisas de eliminar las limitaciones de defensa que Estados Unidos le impone a Japón en pacto militar vigente desde la posguerra (1960) y de crear una “OTAN asiática” en la convicción de que, frente a China, la isla de Taiwán puede terminar siendo lo que fue Ucrania para Rusia.
Un adulto en la sala
Con raíces políticas en el Japón rural donde nació, en Tottori, de carácter adusto, nacionalismo marcado y posiciones firmes que antes le restaron apoyo en su partido, Ishiba se educó en universidades del país -todos sus contrincantes estudiaron en EEUU- y es reconocido por su independencia de criterio.
Ishiba fue elegido por primera vez miembro de la cámara baja o Dieta de Japón en 1986 (y otras 11 veces). Respecto de sus rivales, Takaichi (63), discípula radicalizada del asesinado ex primer ministro Shinzo Abe, y Shinjiro Koizumi (43), “podría ser visto como el adulto de la sala”, describió la prensa japonesa.
El padre de Ishiba fue gobernador de la prefectura rural de Tottori y más tarde diputado. Su madre, profesora, era cristiana protestante, algo relativamente inusual en Japón, e Ishiba se bautizó cuando tenía 18 años.
Entró en política bajo la influencia del ex primer ministro Kakuei Tanaka, un amigo de su padre. En 1986, a los 29 años, Ishiba fue elegido diputado por primera vez, en representación de una parte de Tottori, y allí ha servido desde entonces.
El nuevo premier se graduó en Keio, una de las dos mejores universidades privadas de Japón, y trabajó en el banco Mitsui antes de dedicarse a la política. Dirigió la Agencia de Defensa (ahora cartera), fue ministro de Agricultura y Pesca, encargado de superar el declive demográfico japonés y secretario general del PLD.
Finalmente, Ishiba es visto como un político relativamente limpio de escándalos de corrupción, a diferencia de los financieros que terminaron costando el cargo a su predecesor Kishida. Sus primeras palabras, ya electo, las dedicó a prometer a los japoneses que nunca caería en ese lugar. “El PLD tiene que ser un partido que respete las normas”, resumió.
Apenas anunció elecciones para el 27 de octubre, Ishiba confirmó su encuadre orgánico dentro del PLD y confió la mesa directiva a veteranos dirigentes que ocuparán puestos clave en un partido bastante dividido.
Deflación, inflación y… ¿ahora?
El PLD ha gobernado Japón todos los años menos cuatro desde 1955 y pese a la novedosa y desagradable experiencia inflacionaria (2,8% anual) tras cuatro décadas de constante deflación, una economía que crece sin fuerza y el envejecimiento de la población (casi dos tercios mayor de 65 años), los japoneses ha renovado una y otra vez su confianza en el partido.
Ishiba ha prometido revitalizar el sector rural y eliminar las centrales nucleares del país, muchas inactivas desde que el terremoto y el tsunami de 2011 provocaran una fusión nuclear en la planta de Fukushima. El primer ministro habló de promover un “nuevo capitalismo”, en la estela de Kishida, pero sin más precisiones.
Sí dejó claro su afinidad nacionalista, cuando los líderes demócratas y republicanos criticaron la propuesta de adquisición de la US Steel por parte de Nippon Steel.
“Me parece muy inquietante lo que está diciendo EEUU, CON declaraciones o acciones que podrían minar la confianza de sus aliados (...). “Últimamente, EEUU tiende a imponer tratos y amenazas incluso a sus aliados, esto es cierto no sólo con los países de la OTAN, sino también ahora con Japón. Me pregunto si es realmente un planteamiento justo. Es extremadamente importante que el gobierno japonés discuta estos asuntos con sinceridad, seriedad y lógica”, dijo Ishiba.
Apenas fue elegido, el yen se fortaleció porque los mercados asumieron que Ishiba acuerda con la decisión del Banco de Japón de alejar de 0% las tasas de interés para contener la inflación (cuando EEUU y China,en cambio, las bajan para impulsar sus economías). En su campaña, Ishiba mantuvo sus ideas estrictas de control de gastos y, en cambio, consideró subir impuestos a empresas y ganancias financieras. Las acciones japonesas en la Bolsa de Tokio bajaron, a su vez, por la misma razón.
Pero la economía japonesa se contrajo en dos de los tres últimos trimestres y en septiembre la Oficina del Gabinete de Japón recortó su previsión de crecimiento para el año fiscal hasta marzo de 2025, del 1,3% al 0,9%, debido sobre todo a un menor gasto por parte de los consumidores.
“La demanda de los consumidores es baja. La tasa de ahorro ha caído a cero. La gente está teniendo que gastar sus ingresos”, dijo Richard Katz, economista y autor del libro “La batalla por el futuro económico de Japón”.
A su vez, el candidato opositor Noda arrastra el antecedente de haber llevado el IVA del 5 % al 10 % en 2012, cuando fue primer ministro durante dos años y que según los analistas fue clave para que no pudiera retener el gobierno entonces.
Cuarta economía mundial después de EEUU, China y Alemania (que la acaba de sobrepasar), Japón dependerá sensiblemente de las medidas reactivadoras que están tomando la Reserva Federal y el Banco Central chino. También será clave para el propio Ishiba, a quien Kishida le deja un año de legislatura antes de los comicios de octubre de 2025, cuando trate de ser confirmado hasta 2029.
Si China reactiva su economía interna inyectando fondos como esperan los inversores a niveles de 2008, las perspectivas económicas de Japón también mejorarán. El vecino gigante es el mayor socio comercial (casi 20%), apenas por encima de EEUU -principal destino de sus exportaciones- y Corea del Sur.
A corto plazo, con el Banco de Japón tratando de frenar la inflación con una política monetaria más estricta (subió por fin la tasa de referencia a 0,25%, la más alta en 17 años), el alza del costo de vida afecta la confianza de hogares y empresas e Ishiba tendrá que evaluar, al margen de sus prioridades en la defensa de Japón, cuánto influyó la economía en la caída del gobierno de su predecesor.
De cara al mundo, lo que pase en las elecciones del 5 de noviembre en EEUU será clave para la economía japonesa, considerando la intención del expresidente Donald J. Trump de imponer aranceles generalizados a las importaciones. La vicepresidenta Kamala Harris, en cambio, supondría continuidad en ese aspecto.
“Yo protegeré Japón”
Uno de los ejes centrales de la campaña de Ishiba, si no el más relevante, ha sido la situación de defensa de Japón, su dependencia militar de Estados Unidos, el avance asertivo de Asia y cómo resolver esos desafíos a corto plazo.
«En una época de declive del poder estadounidense, la cuestión es cómo crear un sistema de seguridad colectiva en la región. Deberíamos pensar en combinar orgánicamente las muchas alianzas que tenemos... Nos enfrentamos a muchos problemas de seguridad. Yo protegeré Japón”, proclamó Ishiba apenas elegido.
El nuevo líder japonés, conocedor como ex ministro de Defensa, estaba pensando en su propuesta de crear una OTAN asiática, no del todo bienvenida ni por Estados Unidos ni por el resto de los países aliados regionales del Indopacífico que la conformarían frente a el fortalecimiento militar de China y las amenazas de Rusia y Corea del Norte, desde Corea del Sur a Filipinas pasando por Australia.
En agosto, Ishiba afirmó en Taipei que la paz en el estrecho de Taiwán, que separa a la isla homónima china de la China continental, requiere una mayor disuasión militar. “La Ucrania de hoy podría ser la Asia Oriental de mañana”, arriesgó. Aún así, en Beijing es visto como un conservador moderado dentro del esquema japonés que puede tejer unas “relaciones bilaterales sanas y estables”.
Ishiba representa una corriente del PLD diferente a la del difunto primer ministro Shinzo Abe y su predecesor Kishida y quiere cambiar el status de la relación de defensa con Estados Unidos.
Japón acoge a unas 55.000 tropas estadounidenses en su territorio y sufraga el 75% de los costes operativos de las bases estadounidenses. El tratado de 1960 obliga a EEUU a acudir en ayuda de Japón si éste es atacado, pero no exige que Japón haga lo mismo.
En 2022, bajo el gobierno de Kishida, Japón duplicó su gasto militar y aprobó la primera actualización de la estrategia oficial de seguridad del país en nueve años, situando a China por encima de Corea del Norte como principal amenaza.
“No creo que Japón sea todavía una nación verdaderamente independiente”, sostuvo Ishiba en un libro propio publicado en agosto.
El nuevo primer ministro pretende que las bases estadounidenses puedan convertirse en operaciones conjuntas de EEUU y Japón, levantar las restricciones del actual tratado que limitan el acceso a bases y equipos estadounidenses.
En el mismo libro, propuso estacionar tropas japonesas de forma permanente en suelo estadounidense, quizás en la isla de Guam, en el Pacífico, para que la alianza sea más igualitaria.
Los demás pactos militares de posguerra de EEUU con aliados sobre el estatus de sus fuerzas y bases, desde Alemania hasta Corea del Sur e Italia, fueron revisados en el último medio siglo. Ishiba quiere revisar el acuerdo de 1960 para que permita a las fuerzas japonesas basarse y entrenarse en EEUU, como un ejército más.
Su predecesor Shinzo Abe llevó a Japón por este camino y Kishida siguió aumentando el gasto (el presupuesto de defensa nipón es el tercero más grande).
La misión que se propone Ishiba es “elevar la alianza entre Japón y EEUU al nivel de la alianza entre EEUU y el Reino Unido”, escribió en un artículo para el Hudson Institute. “Para lograrlo, Japón debe tener su propia estrategia militar e independizarse en términos de seguridad hasta que esté dispuesto a compartir su propia estrategia y tácticas en igualdad de condiciones con EEUU”.
Y abundó: “Sustituyendo a Rusia por China y a Ucrania por Taiwán, la ausencia de un sistema de autodefensa colectiva como la OTAN en Asia significa que es probable que estallen guerras porque no hay obligación de defensa mutua (...) En estas circunstancias, para que los aliados occidentales puedan disuadir a China, es esencial la creación de una versión asiática de la OTAN”.
Publicado el 21/10/2024