De la pandemia de COVID-19 al mundial de fútbol Qatar 2022, pasando por la guerra en Ucrania, la capacidad de influencia de los países según su presencia, reputación e influencia en el mundo, el “soft power” que complementa el “poder duro” y directo, ha variado al ritmo de los grandes acontecimientos globales.
La capacidad de un Estado de influir sobre otros y obtener los resultados que busca sin necesidad de recurrir a la fuerza tiene precedentes remotos pero su conceptualización como soft power y hasta conversión en ránkings es mucho más reciente y nos permite apreciar de cerca otro aspecto de la geopolítica mundial.
¿Por qué Estados Unidos, también primera potencia militar y económica del planeta, aparece como el rey del soft power (poder blanco)? ¿Por qué Rusia se hunde de pronto en los ránkings? ¿Por qué Argentina se topa con una oportunidad de ampliar su influencia? Las respuestas se responden más fácilmente desde nuestra percepción de ciudadanos de a pie que desde un análisis internacional más técnico.
El concepto de soft power fue popularizado por el profesor estadounidense Joseph Nye, en sus libros “Bound to Lead: The Changing Nature of American Power” (1990) y “Soft Power: The Means to Success in World Politics” (2004), en apreciaciones geopolíticas que centró en Estados Unidos pero son aplicables universalmente.
Básicamente, se trata de la capacidad de atracción e influencia de unos Estados sobre otros a través de recursos indirectos como la cultura, los valores políticos y las políticas, en contraste con el “poder duro” y directo, militar o económico. En resumen, la capacidad de un país de persuadir a otros -incluyendo sociedades y negocios- para que hagan lo que él quiere sin recurrir a la fuerza o a la coacción.
Una consultora internacional, Brad Finance, elabora anualmente desde hace años un índice aceptado como referencia de cómo los Estados sacan provecho de este poder blando tomando una decena de indicadores en 120 países sobre los cuales se expiden unos 100 mil consultados en todo el planeta.
Los indicadores de la encuesta global que deriva en este ránking de soft power incluyen algunos variables, como ha sido recientemente la respuesta al COVID-19 o la responsabilidad y respuesta a la guerra en Ucrania, y otros más estables como el conocimiento que se tiene del país en el mundo, su reputación, su economía, su educación y su ciencia, su cultura y sus figuras, sus valores, etcétera.
Potencias nada soft
Estados Unidos volvió a liderar el ránking más reciente del Global Soft Power Index, en 2022, elaborado cuando el mundo ya había dejado atrás lo peor de la pandemia (se desconocía aún el giro de China en su política de COVID Cero, frente a una ola de contagios que se extendió por todo el gigante asiático). En 2020 también estaba en lo más alto, pero cayó hasta la sexta posición a principios de 2021 por cómo fue apreciada en el exterior su reacción ante la pandemia.
Pasada la emergencia, saltó 14,8 puntos, de 55,9 sobre 100 en 2021 a 70,7 puntos en 2022, la puntuación más alta jamás registrada en este índice de soft power, porque según David Haigh, el ejecutivo a cargo, se vio influido por la gestión sanitaria y de vacunas (detrás se ubicaron Reino Unido, Alemania y China).
Así, además de la familiaridad y la influencia reconocidos a Estados Unidos, la clave de su vuelta a la cima del ranking fue su giro en las políticas frente a la pandemia (pasó del último en 2021 a 26° en ese ítem). En otros indicadores también mejoró: Reputación (de 21º a 6º), Gobernanza (de 20° a 8º) y de Personas y Valores (25° a 16º), en el cambio de la Administración Trump a la Administración Biden.
En contraste, las repetidas situaciones de violencia con armas de fuego y de brutalidad policial recortan el soft power estadounidense, en aspectos de seguridad, protección (41°, gobernanza) y su condición amistosa (62°, personas y valores).
En el caso de China, en 2022 alcanzó su mejor resultado histórico superando a Japón como nación asiática mejor clasificada, con una suba de 9,9 puntos, hasta los 64,2 puntos, y pasó de 8° a 4° en la clasificación general. Aquí destacan su familiaridad (4º), su gran influencia (2°) y Negocios y Comercio, primero delante de Estados Unidos, Alemania y Japón (en 2021 creció 8,1%).
Según Haigh, el segundo año de la pandemia vio mejorar la percepción de China en el mundo, por su donación de equipos de protección personal y vacunas (saltó del puesto 52° al 28° en la métrica "generosa" del pilar Personas y Valores). Resta en adelante apreciar el impacto de su abandono de la política de COVID Cero, que generó restricciones en el mundo a pasajeros procedentes de sus aeropuertos.
El caso de Rusia es el típico en el que una situación extrema, como la invasión a Ucrania, afecta muy negativamente la capacidad de influencia y atracción de un Estado sobre el resto. Una investigación específica de Brand Finance mostró que la mayoría de los países culpa a Rusia del actual conflicto en Ucrania (es entre dos aliados históricos, India y China, donde el rechazo ha sido más bajo en 2022.
Así, la mayoría de los encuestados en Japón (81%), Reino Unido (74%), Alemania (67%), Francia (64%), Brasil (63%) y Estados Unidos (60%) culpan a Rusia del conflicto en Ucrania. En Sudáfrica (48%) y Turquía (42%) hay más encuestados que culpan a Rusia. En India, aunque muchos (32%) culpan a Rusia, son más (46%) los que culpan a Estados Unidos o a la OTAN.
En China, la mayoría de los encuestados (52%) culpan a Estados Unidos, y sólo una pequeña minoría (11%) culpa a Rusia.
Respecto de la percepción previa al conflicto, la reputación de Rusia ha caído en picada, un 19% a nivel mundial. Aunque la caída en China (4%) e India (5%) fue notablemente menor, al menos tres países en desarrollo revirtieron su original opinión positiva sobre la influencia de Rusia en el mundo: Brasil (-39%), Sudáfrica (-27%) y Turquía (-19%).
Brasil, Argentina y México
En el caso de América Latina, los países mejor evaluados de América Latina, ubicados entre los primeros 50 puestos, resultaron en 2022 Brasil (28°), Argentina (38°), México (42°) y Colombia (48°).
La gran incógnita para el próximo es cómo impactó la marcha y el resultado final del Mundial Qatar 2022 de fútbol, un deporte de más alcance global que nunca, con miles de millones de espectadores que estuvieron pendientes del acontecimiento a lo largo de todo un mes.
En ese sentido, Argentina, ganador en Qatar de su tercer título mundial con su astro Lionel Messi como gran figura del torneo, tuvo una fenomenal muestra en los masivos festejos de su triunfo en países tan lejanos, geográfica y culturalmente, como Bangladesh.
Como antecedente de este poder blando argentino, los bangladesíes ya valoraban especialmente la figura de Diego Maradona (1960-2020) desde su gran actuación en México 86 ante Inglaterra y lo apreciaban como una especie de vengador del imperio del Reino Unido, que controló el actual Bangladesh hasta 1947.
El gobierno de Argentina, consciente de la capacidad de influencia positiva de Messi y de sus compañeros, estrechó enseguida los lazos diplomáticos con Bangladesh y anunció la reapertura de su embajada en Daca, cerrada desde 1978, una iniciativa que estaba en marcha pero que aceleraron los goles del astro. Se verifica así un caso patente del soft power del deporte, que abre camino a potenciales acciones políticas, diplomáticas, económicas y comerciales beneficiosas para un Estado.
En relación con el ránking de 2021, en la medición previa a Qatar 2022 Brasil había mejorado y pasado de la posición 35° a la 28°; Argentina ascendió de la 41° a la 38°; México de la 44° a la 42° y Colombia de la 52° a la 48°.
En cambio, entre los 10 países menos favorecidos por la encuesta figuran tres de América Latina y el Caribe: Guatemala en la posición 111, Honduras en la 118° y en el fondo de la tabla, Trinidad y Tobago.
Otros países de la región quedaron así: Panamá, 54°; Chile, 55°; República Dominicana, 61°; Uruguay, 66°; Costa Rica, 67°; Paraguay, 80° y Perú, 82°.
Publicado el 28/03/2023