En el período previo a 2023, la perspectiva para la economía global parecía sombría. Los analistas predecían que la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el subsiguiente aumento de los precios de la energía desatarían una crisis económica de magnitud en Europa.
Bloomberg Economics proclamaba que había una probabilidad del 100% de que Estados Unidos sufriera una recesión. Pocos creían que la mayoría de los países en desarrollo pudiera soportar la combinación de precios crecientes de la energía, tasas de interés en alza y una crisis en los países desarrollados.
Si los pronosticadores hubieran anticipado la guerra entre Israel y Hamas y su potencial de generar una escalada regional, la intensificación de la guerra entre Rusia y Ucrania y la turbulencia política en algunos países occidentales, su pesimismo habría sido aún más pronunciado. Asimismo, la extraordinaria volatilidaden el mercado del Tesoro de Estados Unidos, una referencia clave para numerosos mercados domésticos e internacionales, habría alimentado los temores sobre una recesión global latente, al igual que las quiebras bancarias en Estados Unidos.
Si los pronosticadores hubieran anticipado la guerra entre Israel y Hamas y su potencial de generar una escalada regional, la intensificación de la guerra entre Rusia y Ucrania y la turbulencia política en algunos países occidentales, su pesimismo habría sido aún más pronunciado. Asimismo, la extraordinaria volatilidaden el mercado del Tesoro de Estados Unidos, una referencia clave para numerosos mercados domésticos e internacionales, habría alimentado los temores sobre una recesión global latente, al igual que las quiebras bancarias en Estados Unidos.
Pero si bien las convulsiones políticas, geopolíticas y de mercado no previstas del pasado año deberían haber empañado aún más la perspectiva de crecimiento del mundo, la economía global sorprendió para bien. La gran mayoría de las economías desarrolladas desafiaron las expectativas, evitando exitosamente una contracción económica. Los países en desarrollo en general evitaron las dificultades financieras. Inclusive China, a pesar de su crecimiento desalentador, exhibió la resiliencia de su economía hacia fin de año.
Pero si bien las convulsiones políticas, geopolíticas y de mercado no previstas del pasado año deberían haber empañado aún más la perspectiva de crecimiento del mundo, la economía global sorprendió para bien. La gran mayoría de las economías desarrolladas desafiaron las expectativas, evitando exitosamente una contracción económica. Los países en desarrollo en general evitaron las dificultades financieras. Inclusive China, a pesar de su crecimiento desalentador, exhibió la resiliencia de su economía hacia fin de año. Estas tendencias alentadoras han llevado a los analistas a adoptar una perspectiva optimista para 2024. En lugar de una recesión, el pronóstico de consenso hoy es que la economía de Estados Unidos va camino a un “aterrizaje suave” y que la desinflación preparará el camino para reducciones de las tasas de interés. Se proyecta que Europa, al haber reforzado las reservas energéticas y reestructurado las cadenas de suministro, también evitará una recesión, aunque la economía de Alemania puede seguir rezagada. En China, un paquete de estímuloimportante va a impulsar el crecimiento del PIB. Y se espera que la combinación de tasas de interés más bajas y precios energéticos en caída les evite a la mayoría de los países en desarrollo trastornos económicos y financieros. Tras haber sido más optimista que los pronósticos de consenso para 2023, me encantaría respaldar estas predicciones positivas para el próximo año. Después de todo, la economía global difícilmente pueda afrontar contratiempos adicionales. A pesar de mi deseo de ser optimista, sin embargo, temo que los pronósticos de consenso, luego de haber sido demasiado lúgubres para 2023, se hayan inclinado demasiado en la dirección opuesta para 2024. El principal motivo de preocupación es que la dinámica de crecimiento global se está debilitando en tanto las tensiones geopolíticas y de política doméstica acentuadas agravan los acontecimientos económicos y financieros desafortunados. Son demasiados los responsables de las políticas que parecen más concentrados en reanimar motores de crecimiento ineficientes que en abordar las amenazas de largo plazo, como la crisis climática, y en virar hacia modelos más sustentables y prospectivos. Esto es evidente en China, Europa y muchos países en desarrollo, donde los gobiernos no han sabido implementar las reformas estructurales necesarias para impulsar la productividad y el potencial de crecimiento. Si bien Estados Unidos está en una posición relativamente mejor gracias a los importantes proyectos de ley económicos sancionados por la administración del presidente Joe Biden, una disminución de los ahorros de los hogares y una deuda más alta arrojan una sombra sobre su perspectiva de crecimiento para el próximo año.
La economía global sigue lidiando con los efectos de costos de endeudamiento significativamente más altos. En un contexto donde se proyecta que las tasas de interés sigan elevadas por un período prolongado, refinanciar ciertos contratos de deuda -particularmente en el sector inmobiliario comercial- se vuelve cada vez más difícil. El cambio de una década de tasas de interés artificialmente bajas y de infusiones generosas de liquidez por parte de los bancos centrales es un proceso gradual que podría ser doloroso para algunos, especialmente cuando nos acerquemos al “muro de vencimientos” que enfrenta el sector corporativo en 2025. Estas incertidumbres amenazan con desestabilizar un mercado que ya lidia con una volatilidad inusualmente alta en su núcleo. A falta de anclajes económicos, políticos y técnicos sólidos, los rendimientos del Tesoro de Estados Unidos se han mantenido extremadamente inestables. Cuanto más persista esta inestabilidad, mayor será la probabilidad de que los riesgos de las tasas de interés puedan desatar temores en torno al crédito, al capital y a la liquidez. Los giros geopolíticos y políticos domésticos también podrían exacerbar las vulnerabilidades económicas, financieras y de los mercados, en tanto pérdidas humanas gigantescas y atroces en los conflictos en curso, especialmente en Gaza, aumentan el riesgo de una escalada y minan la estabilidad global. Asimismo, la postura adoptada por Estados Unidos en el conflicto de Oriente Medio amenaza con acelerar la fragmentación del orden económico internacional y reducir aún más la posición y la influencia global de Estados Unidos. Eso, junto con la creciente confianza de los “estados oscilantes” de poder intermedio, podría impedir la coordinación política internacional que es crucial para abordar desafíos globales como el cambio climático, el crecimiento insuficiente, la deuda excesiva, la creciente desigualdad, las vulnerabilidades de las cadenas de suministro y la necesidad de eliminar el riesgo en ciertas relaciones económicas sin causar un desacople doloroso. Las elecciones clave en países polarizados como Estados Unidos podrían plantear aún más obstáculos para una acción global oportuna. A pesar de un paisaje político y geopolítico más desafiante de lo que muchos esperaban, la economía global superó las expectativas en 2023. Pero si bien es tentador extrapolar esta experiencia y pronosticar un desempeño sólido en 2024, estas predicciones deben abordarse con una dosis de cautela importante. Los pronósticos de consenso bien pueden volver a errar el tiro y las consecuencias, en esta ocasión, podrían ser peores.
Publicado el 04/12/2023 en Project Syndicate