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David Marsh: "Fue una combinación de ilusión y ausencia de supervisión"


DIÁLOGO ENTRE JORGE ARGÜELLO Y DAVID MARSH Analista político experto en Alemania y autor del libro Europe’s Deadlock

 

Jorge Argüello: ¿Cuánto influyó la obsesión antiinflacionaria del Banco Central Europeo en la subestimación de otros problemas de la eurozona? —David Marsh: El BCE estaba básicamente concentrado en la inflación pero, de hecho, ése es el mandato dado al banco por los gobiernos de la eurozona, por lo que no se puede culpar exclusivamente al banco por esto. Creían que si se cuidaba la inflación y se la mantenía dentro de la meta obligatoria del 2%, entonces todo lo demás encajaría en su lugar. Además, se impuso la ilusión de que, a la larga, una misma moneda para todos (con financiación barata para sus economías) distribuiría pros y contras entre fuertes y débiles, y compensaría las diferencias sin necesi¬dad de encarar reformas estructurales. En fin, todo resultó una combinación de ilusión y ausencia de una adecuada supervisión macroeconómica y financiera.

—La creación del euro generó un gran optimismo. David Marsh: Debido a que el euro parecía resolver una serie de problemas, y el PBI de algunos de los países de la Periferia comenzó a crecer a tasas mucho más altas que en el pasado reciente, hubo de hecho un cierto grado de euforia. Eso, en primer lugar, enmascaró el verdadero nivel de desarrollo de la crisis y, en segundo lugar, impidió las reformas estructurales que podrían haber mitigado los efectos negativos de los movimientos adversos en materia de déficits y competitividad.

—Entonces, ¿la moneda única acentuó, en lugar de reducir, esas brechas? David Marsh: Ciertamente. La secuencia fue la siguiente: primero, los países que tendían hacia una mayor tasa de inflación sufrieron pérdidas de competitividad, porque ya no podían devaluar contra los países con una inflación más baja, o sea, Alemania. Con una política única para todos (one size fits all), esa inflación fue más alta en algunos países. Después, la combinación de pérdida de competitividad con una alta tasa de crecimiento provocó un fuerte aumento de los déficits de cuenta corriente, financiados (al principio involuntariamente) por el ingreso de capital y, por tanto, el aumento de deuda externa. Entonces, los acreedores internacionales, que al principio habían considerado de fácil solución los problemas económicos de los países periféricos, se replantearon la cuestión en la crisis financiera de 2007-8, que condujo a una reformulación general del riesgo. Esto, por fin, llevó a la conclusión de que el problema era mucho más general y también más profundo de lo que la mayor parte de observadores habían pensado. La caída de compra de bonos del estado de los países en problemas y el financiamiento público y el crédito oficial tuvieron que sustituir el crédito privado. Así que los problemas que surgieron en la eurozona no eran una coincidencia sino un casi inevitable efecto secundario derivado de la falta de comprensión de las deficiencias propias del sistema.

—¿Y ahora, qué perspectivas se abren? David Marsh: Si usted es optimista, dirá que las personas aprenden de sus errores. Si usted es pesimista, dirá que los errores históricos tienden a repetirse aunque a intervalos irregulares. Con el tiempo, los problemas fundamentales que han perseguido a la unión monetaria desde el principio es probable que vuelvan, en el lugar y en el momento que menos se espera.


* David Marsh (Londres, 1946). Especialista financiero, consultor, periodista y escritor. Es considerado un gran experto en las políticas monetarias aplicadas desde la posguerra. Fundador y Director del influyente think tank Official Monetary and Financial Institutions Forum (OMFIF). Escribió para el Financial Times entre 1978 y 1995. Es autor de numerosos libros, el último de ellos dedicado a la crisis del euro: Europe’s Deadlock (2013).


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